No fue realmente una sorpresa, sino una sospecha convertida en realidad
Sorpresa al llegar
No era necesario que mi socio Marcos me lo dijera para saber sobre los pasos que lleva mi mujer. Creo que un hombre siempre termina por darse cuenta sin que se lo digan, pero lo desestima por todas las veces que lo ha pensado y no ha ocurrido. Algunos se mienten que no es así. Otros enloquecen de celos. Yo lo había aceptado y disimulado por varias cosas.
Primero, el no tomar ninguna medida luego de saberlo implica, de algún modo, hacerle el juego, casi como engañarla a mi vez. Si acaso se estimara como una burla su proceder, el mío se vería de igual modo, puesto que si ella hace uso del matrimonio de forma tan peculiar, de diferente manera yo hago uso de ella.
Sería cual cómplice oculto a la vez que víctima indulgente, aceptando que mientras ella fuera conmigo como siempre ha sido, atendiéndome con el mismo cariño y devoción, yo nada cambiaría. Mucho necesito lo que recibo de ella. Después de todo, si su amor es tan grande como para poder compartirlo sin que mi porción sufra mengua... ¿Por qué habría de tirarlo todo por la borda? Quizás no fuera realmente infiel espiritualmente y apenas cubriera de ese modo las necesidades de su naturaleza.
Desde entonces supuse que con el otro no podía prodigarse en afecto del mismo modo que conmigo. Que aquella relación debía ser puramente carnal. ¿Por qué pensarlo de otro modo? Debido a eso jamás le di a entender mi convicción.
Hacerle preguntas indiscretas mirándola con astucia la haría sentir insegura y yo la necesitaba libre y sosegada a la hora de estar juntos. Una cosa es omisión y otra cosa es engaño: entiendo permisible ocultar detalles y hechos, lo acepto, pero jamás aceptaría que se me mienta.
Sin embargo es evidente que ya todo ha cambiado en mi marco existencial. Marcos lo sabe. Y no solo lo sabe sino que ha venido a decírmelo. Eso sí me duele. Lo siento mucho pues él ha sido mi mejor amigo estos últimos tiempos. Por cierto, ha sido mi mano derecha en los negocios y me ha hecho fuerte poder confiar en él. Sólo le he pedido que no lo cuente a nadie mientras me tomo un tiempo para que decante la "noticia".
Lo ha aceptado y jurado reserva. Pero sé que está esperando una resolución de mi parte así como aguarda mis decisiones diarias en nuestro ámbito laboral. Él sabe cuánto la quiero y le debe haber costado menudo esfuerzo llegar a decírmelo.
La ha visto con otro, un extraño... El azar los cruzó una tarde sin que ella, manejándose con absoluta discreción, notara la presencia de Marcos. Al menos eso me reconforta un poco. Si ella lo hubiera visto ya estaría manejando excusas y coartadas falsas que la harían actuar raro al estar ante mí o sentirse nerviosa cual animal enjaulado.
Por lo tanto yo comenzaría a ver su cinismo, su falsedad, y no habría de tolerarlo. Eso es importante. Él aseguró que ella no lo había visto en modo alguno, así que será la misma de siempre. Simplemente oculta algo que si no me lo comenta se debe a que no me interesa. Y yo me reservo suponer que de enfrentarla y preguntárselo ella no mentiría y aceptaría su error, suplicándome un perdón que no conseguiría. Pues llegado ese momento y con las cartas vistas mi actitud sería muy firme.
Íntimamente mi situación, de hecho, ha cambiado sustancialmente. Me he visto forzado a emerger de la instancia onírica dentro de la cual me manejaba, es decir, anteriormente la eventualidad de ser engañado no era más que una pesadilla reservada para mis escasos momentos de reflexión solitaria, un "quizás" que incluía márgenes de duda en los cuales podía ampararme. Ahora, la rotunda evidencia que mi socio introdujo en mi existencia es una confirmación imprevista que trastoca mi realidad.
Cuando Marcos me lo contó tuve ese primer instante de aprecio a su camaradería. Más tarde, en mi soledad descubrí que no me agradó nada su comentario: “Yo en tu lugar no sabría qué actitud tomar”. No creo que debiera ponerse en mi lugar ni asegurar que habría que tomar determinada actitud.
Cada individuo, con su carga genética y experiencia propia, actúa de acuerdo a sus íntimas circunstancias y seguramente las suyas distan mucho de las mías. Debería en todo caso haberse limitado a comentar el hecho y sólo tras haberlo meditado mucho. Él no lo hizo: la vio ese mismo día apenas dos horas antes de decírmelo. No debería haber tenido prisa en contarlo entonces.
De cualquier manera ¿Por qué no lo comentó en forma inmediata? De hacerlo yo podría haber concurrido al lugar dónde ella estaba y sorprenderla infraganti. Claro que yo no habría hecho algo así, pero eso él no lo sabía. Me confesó su descubrimiento cuando apenas podía tomar nota y acaso decidir si hacer algo o no.
Tal vez esté siendo injusto con él. Es posible que pensara que si me lo transmitía de forma inmediata yo saldría desaforado en su búsqueda y cometería un desatino. No. Me conoce demasiado. Sabe muy bien que no es mi estilo dejarme arrastrar por la emoción, que todo lo elaboro con suma mesura y los pasos que doy son en terreno firme. También sabe cuánto la amo y por ese motivo llegara a pensar que efectivamente podría yo perder la cabeza y cometer una locura.
Mi condición ha cambiado sustancialmente. Aunque pretenda que el descubrimiento de Marcos es nimio sé que no es así. ¿De qué forma me mirará él ahora? Un amigo es un igual. Como dijo Atahualpa Yupanqui: Un amigo es uno con la piel de otro. ¿Cómo puede ahora identificarse conmigo? Seguramente ya me subestima. O me tiene lástima. Aunque por sobre todas las cosas, es evidente que aguarda una acción de mí parte.
Quizás piensa que la dejaré… No. Conociéndome lo que debe esperar es que me asegure de su infidelidad y posteriormente actúe en consecuencia. Su descubrimiento pues, pone en riesgo tanto mi matrimonio como mi amistad hacia él: mis afectos son en definitiva los que están en juego.
Ahora bien, en su lugar ¿yo habría hecho lo mismo? Sí. La lealtad es mi actitud hacia los demás. Es una obligación ayudar a un amigo. ¿Aún si lo dañara? No. Si fuera a infligirle algún perjuicio no lo haría. Seguramente hablaría con su mujer exhortándola a no vulnerar el honor de mi socio.
No creo que él hiciera algo así. Casi no se hablan cuando estamos juntos. Ya me había llamado la atención ese detalle. Y creo que hasta me pareció mejor que así fuera… no sé por qué. Tampoco me había hablado de ella anteriormente y ahora que lo pienso…
También, cuando yo la mencionaba él terminaba siempre cambiando de tema. ¿Será Marcos su amante secreto? De ser así él ha venido a contármelo pues ya no soporta que continúe conmigo y pretende que le deje libre el camino. ¿Acaso se han puesto de acuerdo? Tal vez la decisión a tomar sea buscar la forma de comprar su parte o venderle la mía. ¡El teléfono! Justo ahora que debo dirimir este asunto con urgencia.
—¡Si, hola! ¿Quién habla? ¡Ah Marcos! Sí, estoy solo ¿Por qué? Ah… Volviste a ver a la misma pareja y no era ella. Muy parecida. El mismo hombre. Bueno. No, no me he preocupado. No. Tampoco le dije nada. ¿Perdonarte por qué? Está bien, gracias. Si por supuesto que es imposible que ella hiciese algo así. Chau, nos vemos.
Iré a casa más temprano hoy, no ha sido un buen día. La sorprenderé con algún obsequio. También buscaré la forma de retribuir la amistad de Marcos.