Soy un autor uruguayo que pretende dar a sus textos una cobertura integral, diseñando las carátulas y otras ilustraciones alusivas a mis textos a efectos de entregar una obra completa. ¡Ya quisiera agregarles también música!
Todo comenzó en el jardín de casa, un atardecer, hace muchas páginas. Acababa de leer un buen libro y con los ojos en las estrellas nacientes mecía mis sueños, reposando laxamente sobre mi cuna de viruta de lápiz. Tenía los pies apoyados sobre el brocal abierto de un frasco de tinta y respiraba con tranquilidad.
Cuando eso ocurre mi imaginación, en alguna de sus fugas habituales, deambula por extraños universos, y distraída observa sucesos que quizás estén ocurriendo en algún mundo distante.
Casi que se sentía caer la noche -tan grande era el silencio- cuando un leve aleteo me hizo descubrir un relato que acechaba oculto entre las sombras.
Para identificar su género agucé la vista, procurando atravesar el tupido follaje de los innumerables manuscritos que llevaba leídos, pero robó mi atención un tierno poema que no cesaba de volar rodeando la lámpara del porche.
Desde lejos la brisa traía aroma de novelas, y las estrellas escribían en código Morse ininteligibles cartas de amor incandescente. Nubes de papel se acercaban con húmeda pereza, deslizando títulos inéditos de grandiosas epopeyas.
Las observaba desde la lejanía de mi pequeñez sin el menor ánimo de entrometerme en su camino. Próximos a mí, pétalos delicados y pétalos ásperos, susurraban a su manera la partitura del viento y el discurso de la eternidad. Sobre el oscuro horizonte fugaces relámpagos jugaban con ensayos de terribles tempestades, llenando el firmamento de frases estruendosas.
Entonces comencé la recolección de esas peculiares hormigas que terminaban formando palabras y párrafos. Era divertido hacerlo y con entusiasmo atiborré un estante con poemas en formaldehído y adorné las paredes de mi sala con folios sepia de relatos disecados, donde a veces sigo las huellas de alguna novela con partículas diminutas de mi genética.
Cierta afiebrada noche comencé a pintarles el rostro, necesitaba mostrar algo más que sus cuerpos desnudos. Siempre comprendí que no destaco en ninguna de estas actividades, pero logran que aceleren los latidos de mi corazón hasta henchir mis pulmones de ansiedad. Finalmente, sintiendo haber logrado algo cercano a lo que pretendía, desfallezco en sosegado descanso pleno de satisfacción.
En forma constante intuyo nuevas historias, aguardan su tiempo y espacio para venir al mundo, tan llenas de incertidumbre que temo abrirles mis torpes sentidos y adoptarlos, de puro temor a quedar sin fuerzas a mitad de camino.
Ansioso como soy, quisiera continuar mi coleccionismo, y por falta de espacio he de ir lanzando al mundo mis hijos dilectos. Me ha nacido la certeza que conmigo ya han cumplido y debo librarlos a su suerte. ¿Querrías llevar alguno y estimular mi regocijo?
Pues aquí los estoy dejando, cual migas de pan a ser seguidas. Suponer que te darán un espacio de esparcimiento, y quizás te dejen un efecto residual, me llena de emoción.
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